martes, 1 de noviembre de 2016

En La Sombra


   Ahí estabas con tus espaldas apoyadas en la pared, estabas en la sombra, eras un ente invisible a la Luz, estabas oculto. Tú la veías a ella perfectamente proyectando todo lo que es en la distancia. Tú estabas en su sombra. La cual la había creado una estatua de una diosa antigua que coronaba con su belleza el centro del salón de aquel museo. Te habías puesto detrás a propósito, a los ojos de la Luz, no existías.

   Te sentías poderoso, podías verlo todo y en cambio,  a ti, no se te veía, inmerso en esa ventaja, te entró un escalofrío que recorrió todo tu cuerpo, desde el último pelo de tu cabeza hasta las puntas de tus pies.

   De repente sentiste miedo, te sobrecogió el corazón pues con el poder en tus manos, el desasosiego hizo caer al suelo el centro del “Emperador”.

   Esa bella mujer de mármol, te miraba directa a los ojos, sentiste el peso del guerrero, el entusiasmo de la lucha y la grandeza de la sabiduría. Un fuego purificador nacía en tu centro llevándose las idioteces propias del humano inmortal, y te hacía nacer de nuevo con la ingenuidad y la humildad del recién nacido. Bastó sólo una mirada para que la Diosa Guerrera te desarmara.


   Te separaste de la pared unos pasos y te pusiste muy próximo a aquella estatua. En la cercanía, su grandeza se agudizó y tú caíste de rodillas, te echaste a llorar pues todo aquello oculto en tu interior pasó ante tus ojos como pasan las mariposas ante la tierna y sorprendida mirada de un niño.

   Se inició una conversación en la casa de tu consciencia que dejó las lágrimas pospuestas para otro día. Una voz firme y dulce te hablaba y tú contestabas.

   - ¿Estabas a gusto en la Sombra?

   -  Si claro, estaba a salvo, no me veían, yo podía ver, y no me hacían daño.  

   -  Pero… así estás dónde no se te ve, es que no se te ve, ¿cómo llevas eso? - Esa pregunta te zarandeó un poco.

   - Pues supongo que es un precio que he de pagar por el estar a salvo.

Te vino de golpe como estruendo proveniente del martillo de Thor, todas aquellas vivencias en las que destrozaron tu autoestima, tu libertad, tu inocencia, todas en las que el dolor como una semilla fértil y destructora echaban por tierra todas las expectativas de alcanzar  la ansiada felicidad. Pero no quedó ahí la cosa, también fuiste consciente de las propias dirigidas a otras personas. Te viste víctima y te viste verdugo.

   - Dentro de tu soledad, buscaste un rincón y te recluiste allí, mirabas la nada con la nostalgia del perdido, y en el círculo imaginario que construiste dabas vueltas, aprendiste el camino difícil de no querer mirar otra cosa. Era difícil pues tus ojos a veces no te obedecían y querían mirar, y a veces lo hacían. De reojo contemplabas lo que dejabas y también aprendías de ello pero dolía demasiado y volvías una y otra vez a tu círculo. Él te susurraba pero sus palabras hablaban de mundos inexistentes, imaginarios que no satisfacían tu carne y veías como estabas hecho pedacitos. Llevaste mucho tiempo queriendo arreglar  lo que no tenía arreglo y las lágrimas al final sólo terminaban por limpiar tus ojos y cada vez mirabas con mayor claridad. Hasta que un día dijiste basta y rompiste tu círculo, lo rompiste todo excepto a ti mismo pues tu ya estabas roto. Mirar eso, fue lo más difícil. Vivir con los pedazos que te quedaban fue todo un hallazgo pues en realidad estabas roto para vivir, solamente sobrevivías.

   El sonido de aquellas palabras tumbaron al moribundo que agoniza ensartando su corazón a modo de trofeo para el que ha vencido.

   - Te pusiste a mis espaldas y ahora te miro de frente, te escondías del mundo porque su crueldad desafiaba cualquier intento de levantar el vuelo, dejabas pasar el tiempo como el que mira un reloj sin sus manecillas. Yo soy Palas Atenea, diosa de la guerra, de la civilización, de la sabiduría, de la estrategia, de las artes, de la justicia y de la habilidad, haciendo honor a mi nombre te hago un regalo.

   Aquella diosa se acercó y en una reverencia obsequió generosa y humildemente la lanza que portaba.

   - Esto es mi tesoro más preciado pues representa el fuego del impulso, aquello que otorga al Ser la fuerza para abrir y crear su propio camino, no es para el soberbio, o para el valiente, es para el devastado, para el que perdiendo la esperanza por los duros golpes aún le queda una gota de Fe. Es tu momento, alza tu luz desde tu sombra y conquista tu Vida ¡Expande lo que eres! Lo que has experienciado y aprendido de tu oscuridad, de la Oscuridad, es la unión sagrada de los amantes, y de esa unión, nacerá un nuevo ser ¡Felicidades! Y recuerda siempre “No intentes arreglar lo que ya es perfecto”...

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