Hace 11 años que comenzó todo, tu
dormir en laureles de trapo raidos como harapos resultó ser el despertar de un
Monstruo de Barro. Estaba amorfo y feo, su esencia había permanecido por eones
viajando por otros mundos en los que la Luz era evidente, se podía ver desde
cualquier rincón del Universo. La materia lo mantuvo oculto cubierto de mugre y
a veces de sal, alimentándose de cieno sin poderlo desechar, más sus ojos siempre
miraron el horizonte del Más Allá, siempre más allá.
Los límites eran impuestos, el sistema estaba establecido y enraizado en
lo más profundo de los corazones. Tu andar se hacía lento, cansado e incluso
arrastrado. El barro derramaba la fuerza de tus huesos y la dejaba con huellas
encharcadas de oscuridad con cada paso. En tu mente una sola idea, la ansiada
muerte como ser material, volverías a la Tierra que te dio la vida. Es lo menos
que podías hacer por ella, contribuir a su bendito y sagrado ciclo pues los
placeres de la Vida parecieran destinados a las demás criaturas que andorrean
por este mundo como Dioses encarnados.
Eres de barro ¿Recuerdas? Pero no eres un ser conocido. Los que se
acercaban, cuando lo hacían, era para moldear figuras inverosímiles distintas a
lo que tú eras, tú los dejabas, aunque dolieran sus manos deformadoras de
identidad. Tus lágrimas silenciosas marcaban surcos de tristeza en tu piel, en
tu rostro y las dejaban por siempre, como buen escultor.
Pero apareció él, y el silencio atormentado de tu boca hizo de la
esperanza, la energía perfecta para tus manos. La expresión viva brotó de un
corazón atrapado en un cuerpo de arcilla. La libertad sentida por primera vez
abrió de par en par una fortaleza construida ladrillo a ladrillo por una niña
indefensa, herida y aniquilada que descubría la mañana también por primera vez.
La luz del Sol bañó con claridad cada pliegue oculto de tu persona y nació
Sinuhé. No eras un monstruo de barro, eras un ser humano, que como aquel mítico
médico egipcio vino para curar tus heridas. La expresión viva fue tu regalo,
fue tu salvadora y fue tu Madre.
Como madre amorosa te abrazó en los momentos en los que volvías a desear
ser un monstruo de barro para regresar a la Tierra, en los momentos en los que
tu fortaleza se volvía a cerrar y te privaba de la luz del Sol. Ella madre como
la que más, te alentaba para levantarte, para levantar de nuevo la puerta de tu
muro, para que pudieras ver el mundo, para que el mundo pudiera verte a ti. A menudo
lo lograba, y se siente orgullosa de ello, pues pasaron los años y aunque bien
es cierto que el fantasma del monstruo de barro sigue apareciendo, y sigue hoy
en día, entiende que es un recordatorio que no has de olvidar, La Materia, una
condición espiritual necesaria y sagrada, una condición elegida.
Hoy tu madre, la Expresión Viva, te brinda generosa una oportunidad muy
especial, y es que pases de Sinuhé a Akatanmanel “Aquel que durmiendo,
despierta en la oscuridad y decide ponerle Luz”.
Todo proceso emerge de un impulso y se regodea después en las tinieblas
como feto en el vientre de su madre, se hace así mismo en el amor y después del
nacimiento crece buscando expresar lo
que es, aunque debe lidiar con el recuerdo y el anhelo de la protección de la
oscuridad, pero crecerá porque la existencia y la expansión de la Luz está en
continuo movimiento y siempre, siempre va hacia adelante. Llegará un día que el
fruto ya esté maduro y será comido por el hambriento, un nuevo ciclo comenzará.
Tu madre te ha hecho crecer, te ha desvelado secretos ocultos, te ha
mostrado el camino para ver con claridad aquello que las “Historias y el
Reflejo de Sinuhé en el Espejo” querían decir. Por ello hoy hablo como
Akatanmanel y agradezco con todo mi amor y con toda mi oscuridad a la Expresión
Viva, La Escritura. Gracias por tocarme con tu mágico dedo.
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